Sherlock Holmes: “la forma correcta de jugar el juego”

Por: Ana Karen Hidalgo.

Sherlock Holmes es una obra icónica de la novela policiaca, y me atrevo a decir icónica, porque la presentación que nos hace Arthur Conan Doyle de su personaje principal logra establecer, en la mente de los lectores una nítida imagen tanto física como psicológica de Sherlock.

El relato de la historia, tiene una estructura principalmente lineal en la que el ritmo y armonía, tan cuidadas por el autor, dan lugar a una narración vigorosa que, a pesar de ser apelativa mayormente a la razón y a la objetividad de la experimentación, crea tensiones en las que el lector se detiene a reflexionar e incluso a hacer catarsis y tener reacciones emotivas.

Con un estilo indirecto libre, Conan Doyle utiliza un narrador homodiegético objetivo en tercera persona, que a pesar de ser quien habla y quien expone las acciones del protagonista, –incluso los propios-, nunca revela a ciencia cierta los pensamientos de tal, porque Colmes es un miesterio.

Tiene la cualidad de jamás desviar el foco de atención. La historia es sencilla y el personaje principal, evidente: Sherlock Holmes.

Si bien es cierto que una obra literaria ha de interpretarse desde tres contextos: el del lector, el del autor y el de los personajes (pricipalmente el protagonista), la historia de Sherlock Holmes hace predominar su tiempo y su espacio, pues, al procurar Sir Arthur Conan armonía en el lenguaje (que es por demás elegante) y reflejar en la psique de los personajes un reflejo de su propio alter ego, logra enganchar al lector en Inglaterra a finales del siglo XIX.

El vigor de su escritura y la claridad de sus ideas, provocan en los lectores de Holmes un amalgamiento con la historia. La pluma de Conan Doyle al escribir estas aventuras, hizo las veces de pasaporte, medio de transporte, alojamiento y alimento completo del espíritu; sus lectores viajan a través de la obra y es un viaje todo incluído que le permite entregarse sin más -de principio a fin- a la vida y ontología de Sherlock Holmes.

Arthur Conan Doyle, logró un personaje arquetípico de ingenio agudo con el que buscaba crear una historia impregnada por la originalidad y por la variedad. A esta sazón, en una rueda de prensa el mismo Arthur declaró: “En el tiempo en que por primera vez pensé en un detective –esto fue allá por 1886- había estado leyendo algunas historias detectivescas, y me había molestado encontrarlas flatas de sentido, para decirlo con suavidad, ya que para obtener la solución del misterio, el autor siempre dependía de alguna coincidencia. Esto me molestó porque consideré que no era esta la forma correcta de jugar el juego, ya que el detective debía depender, para triunfar, de algo de sí mismo, de su propia mente, y no de meras circunstancias adventicias que, por ningún medio, suceden en la vida real.”[1]


[1] Tomado del prólogo escrito por María Elvira Bermúdez, al libro aventuras de Sherlock Holmes, ed Porrúa, México, 2009

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